Últimamente, mucha gente habla de mi, a menudo sin conocerme o sin conocer mi trabajo. Por ese motivo hoy…

…POR PRIMERA VEZ HABLO DE MI

1ª parte

Empiezo por mi pasado. Viví el nacional socialismo del principio hasta el fin. Soy pues uno de de los pocos testigos de aquella época que siguen vivos. Se de qué hablo.
Tengo un recuerdo muy preciso de la noche en que mi padre, volviendo del trabajo, decía a mi madre: “Hitler es Canciller del Reich”. Estaba muy abatido. No sabía qué consecuencias tendría para nosotros.
Poco después empezamos a enterarnos. Vivíamos en Colonia y un domingo mis padres, mi hermano y yo quisimos ir a dar una vuelta a las afueras, en el Bergisches Land.
Solíamos asistir a misa de 7h., después de salir de la iglesia esperábamos el tranvía. Un día, un miembro de la SA se acercó a mi padre, mientras estábamos esperando el tranvía, y le dijo algo desagradable. Mi padre entonces le dijo algo parecido. En ese momento el SA se puso a chillar a mi padre y hizo ademán de detenerle. En el mismo momento el tranvía llegaba y nos subimos a todo correr… El conductor cerró inmediatamente la puerta y arrancó. Pero el SA nos siguió, con su bici, gritando. El conductor no se detuvo en las paradas siguientes sino que siguió hasta conseguir despistarle. Los pasajeros aplaudieron. Todavía era posible hacer algo parecido en Colonia. Más tarde ya no lo fue. Entonces yo tenía 7 años.
A partir de los 10 años estuve en un internado católico en LohrenMain, mientras me escolarizaba en un instituto público de la ciudad.
Un pequeño acontecimiento puede ilustrar qué ambiente reinaba en el internado. Poco después de la reunificación de Austria con la Alemania Nazi se celebraron unas elecciones. Estaba claro que un buen número de los Padres del internado y de las monjas que se ocupaban de la cocina habían votado que “NO” a la reunificación. Pero no eran elecciones con escrutinio secreto, y las papeletas de voto fueron interceptadas.
La misma noche, los SA hicieron un gran desfile con antorchas, y un grupo se dirigió hacia el internado. Pintaron en las paredes del mismo: “Aquí viven traidores” así como “Hemos votado que NO”.  Posteriormente rompieron unos dos cientos cristales del internado tirándoles piedras. Los adoquines que lanzaban alcanzaron de lleno las ventanas de nuestros dormitorios. A la mañana siguiente, dos de los Padres fueron detenidos y los alumnos tuvimos que volver a casa.  En 1941 cerraron el internado. Mientras tanto mis padres se habían mudado a Kassel y volví con ellos. Iba al instituto de Kassel. Me uní a un pequeño grupo del movimiento de la juventud católica, prohibido desde hacía varios años.
Estaba claro que la Gestapo nos observaba.
Al terminar el penúltimo curso de bachillerato toda la clase fue reclutada, primero para el Servicio Social, luego para la Wehrmacht .
En los principios de mi Servicio Social, uno de los cabos se dirigió hacia mi para entablar contacto.  Pertenecía a la GESTAPO, yo no lo sabía entonces. A toda costa me quería hablar de Nietzsche y Hegel. Con mis 17 años no sabía gran cosa sobre el tema, pero sí sabia algo. En un momento dado, me dijo: “Hegel había concebido el Estado tal y como lo tenemos hoy en día.” Le contesté: “Por lo que yo se, Hegel odiaba el Estado”. Y repentinamente, me lanzó: “vosotros sois los que odias al Estado”. En aquel momento fue claro para mi que estaba ante un interrogatorio de la Gestapo.

Un año más tarde  mientras tanto la Wehrmacht me había reclutado y mandado a luchar a Francia – el instituto nos envío los títulos de bachillerato aunque nos faltara un curso. Nos regalaban un curso ya que estábamos en el ejercito.  Pero exigieron un certificado de buena conducta por parte de los responsables del Servicio Social.  En mi certificado, ponían: es un enemigo potencial del pueblo. Y se negaron a darme el título de bachillerato. No imagináis lo que significaba ser declarado enemigo del pueblo. Significaba: lo podemos eliminar.  (La actitud que ciertas personas manifiestan actualmente hacia mi a veces me recuerda y de un modo muy desagradable aquellas situaciones difíciles.)
Cuando mi madre lo supo, se fue a ver al director del Instituto y le dijo: Mi hijo está en el ejercito , arriesgando su vida y ¿Vd. le niega el título de bachillerato?  El director se avergonzó y le dio el título. Mi madre luchaba como una leona para mi.
Estaba pues en la Wehrmacht y luchábamos en el frente del oeste.
Muchos de mis compañeros murieron en combate o fueron heridos graves. Me salve varias veces de la muerte, por ejemplo cuando teníamos que cruzar un campo de minas por ser la única salida posible.

Más tarde fui apresado por los americanos, cerca de Aachen, y nos internaron en un campo de prisioneros en Charleroi, Bélgica. Éramos 1600 presos, trabajábamos 10 horas diarias en un gran campamento de avituallamiento del ejército americano. Pero a consecuencia de un decreto del General Eisenhower, para castigarnos por ser alemanes sólo nos dieron la mitad de las calorías necesarias para el trabajo que teníamos que hacer.
Algunos de nosotros se atrevieron a hacer intentos de fuga. Los cogieron y fusilaron en el acto.
Un año más tarde yo también probé escapar y lo conseguí. Recobré la libertad unos meses antes de mis veinte años, mientras que mi hermano murió en la guerra. Estaba fuera de peligro, ya que Alemania había perdido la guerra. De no ser así, yo no habría tenido ninguna seguridad.  Sin embargo las secuelas de los sufrimientos físicos siguen presentes hasta hoy.
¿Cuántos de los que me atacan hoy vivieron algo comparable: enfrentarse, al precio de su vida, a un régimen totalitario?
Bert Hellinger